Los cañones del atardecer

Los cañones del atardecer by Rick Atkinson

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Authors: Rick Atkinson
Tags: Historia
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Soldados americanos recién desembarcados se dirigen hacia la playa Omaha. Al fondo puede apreciarse el imponente acantilado.
    Cadáveres de soldados americanos y alemanes a la espera de ser enterrados yacen en una morgue improvisada detrás de la playa Omaha. Las 4700 bajas, incluidos desaparecidos y heridos, sufridas en la playa Omaha por los estadounidenses equivalieron a un tercio del número total de bajas aliadas en el Día D.
    Tropas de refuerzo con piezas de artillería avanzan hacia el interior desde la playa Omaha dos días después del asalto inicial. Una semana después del Día D habían llegado a Francia más de trescientos mil efectivos aliados y dos mil tanques, pero la cabeza de playa seguía siendo un espacio comprimido y atestado de soldados y material.
    15 de junio. Montgomery, comandante de las fuerzas terrestres aliadas en Normandía, en una sesión informativa con los corresponsales de guerra. Eisenhower lo consideraba «un buen hombre para estar a su servicio, un hombre difícil con el que servir y un hombre imposible cuando está sometido al servicio de alguien».
    Los restos del Mulberry A frente a la playa de Omaha después de una de las peores tormentas de junio en los últimos ochenta años. Un almirante estadounidense consideraría que los puertos artificiales construidos en las costas normandas fueron «el mayor derroche de mano de obra, de acero y de equipamientos… de toda la Segunda Guerra Mundial».
    En esta fotografía sin fecha, capturada por el I Ejército de los Estados Unidos en el Frente Occidental, puede verse a Adolf Hitler inspeccionando los daños provocados por un bombardeo. A mediados de junio de 1944, a raíz de la invasión de los aliados, el Führer regresaría a Francia para entrevistarse con sus comandantes en Margival. Su última visita a este país había sido en 1940 para celebrar la conquista de París.
    El mariscal de campo Erwin Rommel, comandante del Grupo de Ejércitos B en Francia, en una fotografía tomada en 1940 que parece presagiar el incidente ocurrido cuatro años después durante un ataque de cazas aliados del que salió gravemente herido.
    Un V-1 alemán sobrevuela una casa londinense antes del impacto. Fueron disparados contra Gran Bretaña más de diez mil de estos crueles artilugios voladores que mataron o hirieron gravemente a unas 24 000 personas; en la ciudad de Amberes también cayeron varios miles.
    Soldados de la 79. a división de infantería de los Estados Unidos durante un combate en el bocage del sur de la península de Cotentin a mediados de julio. De estos setos defendidos con uñas y dientes, un soldado diría: «Cada uno de ellos era una cortina de fuego, y el campo abierto situado entre ellos una llanura de fuego».
    Eisenhower y Bradley escuchan las explicaciones que les da el general de división J. Lawton Collins (a la derecha), comandante en jefe del VII Cuerpo de los Estados Unidos, poco después de la conquista de Cherburgo. Collins, uno de los pocos oficiales que combatieron en Francia después de llevar a cabo varias misiones en el Pacífico, fue descrito por un admirador como un tipo «escuchimizado, engreído, presuntuoso, hasta el punto de hacerse pesado».
    El general Karl-Wilhelm von Schlieben, comandante de la guarnición alemana de Cherburgo, poco después de su rendición el 26 de junio. En uno de sus bolsillos se encontró el menú de una cena celebrada en su honor unas semanas antes en la que se sirvió desde langosta hasta champaña.
    El general de brigada Theodore Roosevelt, Jr., en Sainte-Mère-Églisse el 12 de julio, horas antes de que falleciera de una trombosis coronaria. El comandante de la 4. a división de infantería lo describió como «el soldado más valiente y el caballero más exquisito que haya podido conocer jamás».
    Funeral de Roosevelt. Entre los encargados de portar el féretro con los restos mortales del general de brigada figuraban el teniente general George S. Patton, que aparece a la

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