colgante y que se curva,
no piensan a quién empapan de espuma.
13
E l negro sujeta firmemente las riendas de sus cuatro caballos, el tirante va por debajo sobre la cadena que lo rodea,
el negro que conduce la larga narria de la cantería, firme y alto se alza con un pie colocado sobre la pieza de la cuerda,
su camisa azul muestra su cuello y pecho amplios, y por encima de la correa se suelta,
su mirada es tranquila e imperiosa, aparta el ala del sombrero de su frente,
el sol cae sobre su crespo pelo y bigote, cae en la negrura de sus pulidos y perfectos miembros.
Contemplo al pintoresco gigante y lo amo, y no me detengo ahí,
también voy con el tronco.
Soy el que acaricia la vida moviéndose por doquier, virando atrás y adelante,
a nichos apartados y curvas menores, sin olvidar persona ni objeto,
absorbiéndolo todo para el canto.
Bueyes que hacéis chasquear la yunta y la cadena o que os paráis bajo la frondosa umbría,
¿qué es lo que expresan vuestros ojos?
A mí me parece eso más que toda la letra impresa que he leído en mi vida.
Mis pisadas asustan al pato y al ánade del bosque durante mi remoto vagabundeo que dura el día entero,
y se elevan juntos, lentamente forman un círculo en derredor.
Creo en esas aladas intenciones,
y reconozco el rojo, el amarillo, el blanco que dentro de mí juegan,
y considero que el verde y el violeta y la cresta copetuda son deliberados,
y no llamo indigna a la tortuga porque no sea otra cosa,
y el arrendajo del bosque nunca estudió solfeo, pero trina muy bien para mi gusto,
y la mirada de la yegua baya hace que me avergüence de mi estupidez.
14
E l ganso salvaje conduce su bandada por la noche fría,
ya-honk dice, y su sonido desciende sobre mí como una invitación,
a los necios puede que les parezca sin sentido, pero yo, al escucharlo de cerca,
doy con su intención y su sitio allí arriba hacia el cielo ventoso.
El alce de cascos afilados del norte, el gato en el alféizar de la casa, el carbonero, el perro de las praderas,
la camada de la cerda que gruñe mientras tiran de sus tetas,
la nidada de la pava y ésta con las alas a medio desplegar:
veo en ellos y en mí la misma y vieja ley.
La presión de mi pie sobre la tierra hace surgir un centenar de afectos,
desprecian lo máximo que puedo hacer para relacionarlos.
Me encanta cuanto crece al aire libre,
los hombres que viven entre el ganado o saben a océano o a bosques,
los constructores y timoneles de barcos y los que blanden
hachas y mazos y los que llevan caballos,
puedo comer y dormir con ellos una semana tras otra.
Lo que es más corriente, más barato, más próximo, más fácil, eso soy Yo,
Yo buscando mis oportunidades, gastando para enormes ganancias,
engalanándome para otorgarme a quien primero me acepte,
sin pedir al cielo que baje a mi voluntad,
siempre esparciéndolo libre.
17
É stos son en verdad los pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y tierras, no son originales míos,
si no son vuestros tanto como míos no son nada, o casi nada,
si no son el enigma y la solución del enigma no son nada,
si no están tan cerca como lejos no son nada.
Ésta es la hierba que crece dondequiera que haya tierra y haya agua,
éste el aire común que baña el orbe.
18
C on potente música vengo, con mis cornetas y tambores,
no toco marchas sólo para aquellos a los que se reconoce como victoriosos, toco marchas para los conquistadosy aquellos a los que han dado muerte.
¿Habéis oído que era bueno aprovechar el día?
Yo también digo que es bueno caer, las batallas se pierden con el mismo ánimo con el que se ganan.
Lato y palpito violentamente por los muertos,
por ellos soplo por mis embocaduras lo más alto y alegremente que puedo.
¡Demos vivas a los que han fracasado!
¡Y a aquéllos cuyos buques de guerra se fueron a pique!
¡Y a aquéllos que se fueron a pique ellos mismos!
¡Y a todos los generales que perdieron combates, y a todos los
Marie Rutkoski
Dustin M. Hoffman
Alex Haley
Warren Adler
Barbara Kloss
Dr. Edward Woods, Rudy Coppieters
Kit Power
John Forrester
Lisa Smedman
Mavis Gallant